lunes, 5 de marzo de 2012

Ostracismo social y campaña electoral

CÁNDIDO MERCEDES

Sociólogo

El punto focal en esta Campaña Electoral para que la sociedad toda gane, es la problemática del ostracismo social y la institucionalidad. El ostracismo social, como postergación y relegación a la profunda deuda social que la sociedad tiene con los sectores más pobres, más vulnerables de la misma.
Un ostracismo social que propicia la exclusión y marginación de alrededor del 43% de la población dominicana, que impide el verdadero desarrollo y progreso de nuestra sociedad; construyendo un gueto tan largo y profundo que trastoca el ensanchamiento de nuestro mercado interno y verdadera riqueza de la economía real.
El esfuerzo desde las universidades, las iglesias, los empresarios más lucidos, los académicos, los intelectuales, es exigir con mayor rigor toda la problemática de las políticas públicas dirigidas seriamente a generar empleos decentes, formales y a cristalizar políticas sociales que coadyuven al crecimiento y desarrollo del Capital Humano.
La agenda desde una perspectiva propositiva, es tener el valor suficiente para no seguir ponderando como algo halagüeño una política social que se bosqueja meramente como un marco asistencialista que contribuye a generar un profesional de la pobreza, con el orgullo de cada uno de los beneficiados de tener una TARJETA.
Lo importante es preguntarse cuántos de los beneficiados desde hace 8 años han salido de la pobreza, de la indigencia. Cuántas de las familias beneficiadas, sus hijos hoy han terminado el bachillerato. Cuántos de los beneficiados hoy están trabajando en el mercado formal y ya no necesitan de una tarjeta; cuántos en fin  de cuentas, se le ha dado seguimiento, acompañamiento para darle formación, capacitación en una área determinada, que le permita salir de ese laberinto parasitario–social que lo acogota, envilece y lo mutila para toda la vida y que sólo alcanzan ellos importancia cada 4 años, para el crecimiento del clientelismo político.
La focalización en la determinación de a quiénes se le ha dado la tarjeta, no ha tenido críticas desde la sociedad, pues organismos internacionales han validado los mecanismos objetivos con que se han realizado. Sin embargo, así como se admite esa verdad, hay que reconocer que cada dos años, cada vez que se han efectuado elecciones; los beneficiados de este asistencialismo son monitoreados y controlados desde instancias partidarias para que éstos vayan a votar por quienes le han “ofrecido” la tarjeta.
Esta “externalidad” en el aprovechamiento por parte de la instancia del poder, es lo que permite generar cada año más beneficiados, como un torrente beneficioso del clientelismo político desde el Estado; con un grado de control en cada una de las elecciones como si estuviésemos en presencia de un Estado Totalitario. Un padroncito de beneficiados le es asignado a militantes del partido para fiscalizar, controlar y vigilar de que estos voten y cómo voten. ¡Se le conmina a ir a votar y por quién votar! El laboratismo político se aprovecha de la pobreza al máximo, en ese momento.
El ostracismo social, el destierro de una gran parte de la población dominicana, en su propio país, viene generando una gran deuda social y por vía de consecuencia, una fragmentación social, fragmentación que impide los necesarios vínculos y demandas económicas y sociales de esos sectores excluidos/marginados; que coartan el círculo virtuoso del verdadero desarrollo humano y por  tanto, la verdadera cohesión social.
El gran desafío de una política social, no consiste en eternizar la pobreza, sino en cómo invertir en inversiones clave, en personas e infraestructuras, que puedan propiciar las posibilidades de aislar considerablemente la pobreza estructural de la sociedad dominicana. Para ello, se requiere asumir el reto de disminuir los andamios estructurales que imposibilitan que los sectores más vulnerables, más carenciados, más pobres puedan alcanzar un nuevo eslabón en la escalera del desarrollo.
El ostracismo social impide que los sectores más carenciados se aprovechen de las riquezas creadas por la sociedad. Por eso el rol desde el Estado, es cómo diseñar políticas públicas y por lo tanto, políticas sociales que generen una dinámica de integración que posibilite una cadena de encadenamiento, que involucre a todos los sectores y no como ahora, que existe una política de “embudo”, todo para los de arriba y muy poco para los de abajo, que son mayoría.
Para que una Política Social seria y coherente rinda reales frutos en el Capital  Humano de una sociedad, debe llevar en su seno, en sí misma, los mecanismos y la instrumentalización de la eficiencia y de la equidad. Esto quiere  decir, que desde el Estado se visualizan dos momentos: la Política Asistencial y la Política de Inversión en Capital Humano; determinando al mismo tiempo el grado de transitoriedad y permanencia de cada una. Todo ello, para evitar la profesionalización de la pobreza y de la indigencia, como hasta ahora está ocurriendo, donde la pobreza y la indigencia alcanzan una tasa de un 42%.
Lo que los indicadores reflejan, la problemática de la pobreza, la desigualdad social y la exclusión; nos llevan a exigir en esta Campaña Electoral una Política Social más integral, que coadyuve a la construcción y desarrollo de más capital humano; con políticas sociales más inclusivas que contribuyan a una mayor y mejor dinámica social.
“No se logra la integración social garantizando la supervivencia de las personas, sino que se afirma en el derecho de todos a vivir dignamente en una sociedad sin excluidos. La gestión social impulsada por el Estado debe propiciar diseños institucionales que integren los impactos de las políticas y las acciones para que convierta a los ciudadanos en actores y no en destinatarios pasivos”.
El nuevo CONTRATO SOCIAL que esta Campaña Electoral debe situar en su agenda, como primer plano, es la necesidad de una verdadera protección social, que disminuya la enorme asimetría social, que hoy margina a una buena parte de la población, llevándolo a un OSTRACISMO SOCIAL, que le impide realizarse a plenitud, como seres humanos. La cohesión social y la gobernabilidad atraviesan por entender este desafío y este rostro de un drama dantesco.

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